Hemos crecido en el amor por la vida, en la búsqueda constante de equilibrio y armonía, pero sobre todo en el respeto a la Madre Tierra y el ser humano, y siempre nos ha entristecido el comprobar cómo las instituciones educativas transitan en vía contraria, empeñadas en procesos oficiales de enseñanza-aprendizaje destinados a diseñar un humanismo completamente secularizado, contrario al misterio de la vida, a la cosmovisión de los pueblos, altamente racista, discriminador y excluyente. La experiencia pedagógica sobre la que gira nuestra investigación doctoral, la Escuela Matrística, es un intento por remar contra esa corriente deshumanizadora en la educación superior.