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Los habitantes de las montañas de Virginia Occidental hace tiempo que perdieron la batalla. Continúan padeciendo inundaciones y sequías, de vez en cuando incendian sus casas para cobrar el dinero del seguro, mueren desproporcionadamente en guerras lejanas y en accidentes de coche, beben más de la cuenta, se hacen daño con bastante frecuencia, lidian desde que se levantan con un asfixiante sentimiento de pérdida, tienen hijos demasiado pronto y, al caer la tarde, observan desde sus porches la imparable invasión de los bulldozers y los domingueros. Siempre fue un territorio amenazado e ignorado,…mehr

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Produktbeschreibung
Los habitantes de las montañas de Virginia Occidental hace tiempo que perdieron la batalla. Continúan padeciendo inundaciones y sequías, de vez en cuando incendian sus casas para cobrar el dinero del seguro, mueren desproporcionadamente en guerras lejanas y en accidentes de coche, beben más de la cuenta, se hacen daño con bastante frecuencia, lidian desde que se levantan con un asfixiante sentimiento de pérdida, tienen hijos demasiado pronto y, al caer la tarde, observan desde sus porches la imparable invasión de los bulldozers y los domingueros. Siempre fue un territorio amenazado e ignorado, ya no hay ciervos como los de antes y hasta los viejos fantasmas de los confederados parecen haberse rendido. Todo se desvanece. Dicen que si no logras escapar antes de cumplir los veinte, estás perdido. Hay un murmullo incesante en los viejos bosques: «Voy a largarme de aquí, tengo que largarme de aquí, en cuanto me largue de aquí...». Pero al final uno siempre regresa porque, por mucha tierra que se ponga de por medio, la montaña se lleva en la sangre, hace un frío de mil demonios y mañana habrá que ir a Four Square a por leña. «Ann Pancake es la Steinbeck de los Apalaches.» Jayne Anne Phillips «En Tierra vencida Ann Pancake representa con asombrosa riqueza el territorio de los Apalaches, uno de los núcleos más caricaturizados y peor entendidos de Estados Unidos. Pancake captura en sus relatos el pulso de la gente que resiste en esos montes, las severas discordancias de los conflictos generacionales, los cambios económicos, la ironía de la xenofobia, el timbre único de las propias montañas.» David Bradley, presidente del jurado del Katharine Bakeless Nason Fiction Prize (2000)

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Autorenporträt
Ann Pancake, la mayor de seis hermanos, creció en los bosques de Virginia Occidental, jugando con las patas despedazadas de los ciervos que cazaban sus padres y sus tíos, acostumbrada a ver cómo la comida se mataba, se despellejaba y se descuartizaba. Detrás de su casa, a poco más de un kilómetro, aún resistían las trincheras de la Guerra de Secesión, plagadas de fantasmas y de historias que se contaban a la hora de la cena, de generación en generación, sobre todo historias de yanquis que salían de la espesura para saquear las granjas. Un territorio devastado por la violencia. Un territorio que, desde las Guerras Indias hasta las revueltas mineras del principios del siglo XX (que Ann inmortalizaría en su primera novela), no ha tenido tregua y que, durante la infancia de Ann, se vio cada vez más acosado por la desindustrialización, la pobreza rural, la destrucción medioambiental y el desprecio de la cultura dominante. Altas tasas de desempleo, adicción, sobredosis y suicidio. Caricatura y estereotipo mediático. «Hicks» y «hillbillies». Gente tonta y holgazana. No es de extrañar que todo lo que leyese Ann en esa época (tuvo la suerte de crecer en un hogar liberal de clase media, rodeada de libros) fuesen historias sobre irse. Así es que, como tantos otros que no lo conseguirían, desde muy pequeña, Ann soñó con escapar de Virginia Occidental, el estado más pobre y, según una reciente encuesta, el más triste de Estados Unidos. Para pagarse los estudios en la Universidad de Virginia, trabajó en cadenas de montaje, en restaurantes de comida rápida y en un supermercado. No hablaba mucho para que no le delatara el acento y la gente se pusiera a hacer suposiciones sobre su inteligencia, su clase, sus ideas políticas y su nivel de sofisticación. Estaba trabajando en un Wendy's cuando se graduó y le salió un trabajo en Japón (enseñando inglés con acento de los Apalaches). Desde entonces, todo fue poner distancia: Albuquerque, Samoa, Tailandia..., pero lo único que consiguió fue fortalecer el vínculo emocional y cultural con su estado natal. Tierra vencida fue su primer libro. Su regreso a casa. Ganó el Katharine Bakeless Nason Fiction Award. Actualmente vive en Seattle, pero vuelve dos o tres veces al año a Virginia, porque las montañas de allí son otra cosa.