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Uno de los más grandes enigmas literarios de Japón, desconocido en Occidente. «Kawasaki no envejece» (Kenzaburo Oe). Por vez primera se traduce la obra de Chotaro Wakasaki, exponente fundamental de la «novela del yo» y uno de los escritores más personales del siglo XX nipón, celebrado por sus contemporáneos tanto como por las generaciones recientes de narradores japoneses. Autor involuntariamente periférico, Kawasaki se exilió de las avenidas principales de la literatura de su país para vivir cuarenta años en una chabola de la pequeña ciudad portuaria de Odawara, donde escribió la práctica…mehr

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Produktbeschreibung
Uno de los más grandes enigmas literarios de Japón, desconocido en Occidente. «Kawasaki no envejece» (Kenzaburo Oe). Por vez primera se traduce la obra de Chotaro Wakasaki, exponente fundamental de la «novela del yo» y uno de los escritores más personales del siglo XX nipón, celebrado por sus contemporáneos tanto como por las generaciones recientes de narradores japoneses. Autor involuntariamente periférico, Kawasaki se exilió de las avenidas principales de la literatura de su país para vivir cuarenta años en una chabola de la pequeña ciudad portuaria de Odawara, donde escribió la práctica totalidad de su obra, a la luz de una vela y sirviéndose de una caja de mandarinas a modo de escritorio. Extrañamente vigente y jovial para el lector contemporáneo, Kawasaki celebra con estupor la morosa verdad de su vida insignificante. En sus páginas, dedicadas a desnudar sus intrincadas y casi siempre amargas relaciones con el breve mundo que lo rodea, rememora el fallecimiento de sus padres, que aún lo atormenta; constata su propia decrepitud física, sin dejar de sentirse agradecido hacia la vida y hacia cuanto le rodea; relata sus paseos, sus quehaceres y, sobre todo, elabora una crónica exacta y concisa de sus visitas al barrio del placer de su pequeña ciudad provinciana. El premio Nobel Kenzaburo Oé comentó en una ocasión que Chotaro Kawasaki hacía algo imposible para los demás: regresar una y otra vez a un mismo suceso, añadiendo en cada una de las aproximaciones un mayor encanto a la historia, un nuevo brillo, una frescura recuperada. Como la hoja que cae sobre un estanque y provoca en el agua ondas concéntricas, que intersectan con las de otra hoja caída de la misma rama, cada relato de Kawasaki va calando hondamente en el lector. De forma casi imperceptible, las ondas terminan por alcanzar la orilla de ese estanque que es la vida del autor, lo abarcan y lo definen, permitiéndonos asistir a uno de esos escasos fenómenos en los que la vida y la obra del autor son una única cosa.

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Autorenporträt
Chotaro Kawasaki (Odawara, 1901-1985) fue uno de los máximos exponentes de la corriente literaria conocida en Japón como «novela del yo», corriente narrativa de hálito autobiográfico. En 1936 fue finalista del premio Akutagawa. Al año siguiente, su antología Flores marchitas (1937), en la que describía el drama de las prostitutas del barrio del placer de Tamanoi, llamó la atención del público, y lo mismo sucedió con su siguiente antología, titulada Árbol desnudo (1939). Es en esta última donde Kawasaki introduce a un personaje basado en el famoso director de cine Yasujiro Ozu. Ambos, Kawasaki y Ozu, frecuentaron y amaron a una misma geisha durante casi una década, la joven Sakae Mori. A partir de ese episodio, Kawasaki escribió una serie de relatos que reunió bajo el epígrafe «Serie de Ozu». El propio Ozu dedicó en sus diarios varios haikus a Senmaru (nombre de geisha de Mori), pero hoy son los relatos de Kawasaki los que han adquirido estatura mítica, convertidos además en un documento fundamental -aunque no ampliamente conocido- para abordar la compleja personalidad del cineasta, hombre de éxito y también, por esa causa, antagonista perfecto de Kawasaki. A partir de 1938, y durante muchos años, Kawasaki ocupó un granero adyacente al antiguo hogar familiar, una especie de cabaña desvencijada de madera y techo de zinc, en la que una caja de mandarinas hacía las veces de mesa de lectura y escritorio. Pero fue más tarde cuando Kawasaki disfrutó de su particular momento de gloria, gracias a la serie de relatos de Makocho (1950), ambientados en el barrio del placer de Odawara. En ellos describe las rutinas de un autor a las puertas de la vejez, visitante asiduo de los prostíbulos, que sobrevive a duras penas en una mísera chabola. Kawasaki alcanzó así la máxima expresión simbólica de su propia vida, además de una relativa fama literaria que no alteró los hábitos austeros del escritor ni sus paseos diarios por la ciudad. Masuji Ibuse lo consideró uno de los pilares del siglo literario nipón. El Premio Nobel Kenzaburo Oe manifestó que Kawasaki era un autor «irrepetible». El mangaka Yoshiharu Tsuge, leyenda del cómic japonés, también le declaró su rendida admiración. Incluso un autor en sus antípodas como Yukio Mishima quedó fascinado por Kawasaki tras conocerlo en casa de Yasunari Kawabata, encuentro que relató en uno de sus ensayos. A pesar de todo ello, Chotaro Kawasaki había permanecido inédito hasta hoy fuera de Japón.