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El barón Linnaeus Clancharlie, contemporáneo de Cromwell, era uno de los pares de Inglaterra, poco numerosos, apresurémonos a decirlo, que habían aceptado la república. Esta aceptación podía tener su razón de ser, y se explica en rigor, pues la república había triunfado momentáneamente. Era muy natural que lord Clancharlie siguiera siendo partidario de la república mientras ésta llevaba la ventaja. Pero después de haber terminado la revolución y de la caída del gobierno parlamentario lord Clancharlie había persistido. Le era fácil al noble patricio volver a entrar en la cámara alta, pues los…mehr

Produktbeschreibung
El barón Linnaeus Clancharlie, contemporáneo de Cromwell, era uno de los pares de Inglaterra, poco numerosos, apresurémonos a decirlo, que habían aceptado la república. Esta aceptación podía tener su razón de ser, y se explica en rigor, pues la república había triunfado momentáneamente. Era muy natural que lord Clancharlie siguiera siendo partidario de la república mientras ésta llevaba la ventaja. Pero después de haber terminado la revolución y de la caída del gobierno parlamentario lord Clancharlie había persistido. Le era fácil al noble patricio volver a entrar en la cámara alta, pues los arrepentimientos son siempre bien acogidos por las restauraciones, y Carlos II era un buen príncipe para quienes volvían a él; pero lord Clancharlie no había comprendido lo que se debe a los acontecimientos. Mientras la nación aclamaba al Rey que volvía a tomar posesión de Inglaterra, mientras la unanimidad pronunciaba su veredicto, mientras el pueblo saludaba a la monarquía, mientras la dinastía se reconstruía en medio de una palinodia gloriosa y triunfal, en el instante en que el pasado se convertía en porvenir y el porvenir se convertía en el pasado, ese lord había permanecido refractario, había vuelto la espalda a todo ese júbilo, se había desterrado voluntariamente, pudiendo ser par había preferido ser un proscrito. Así transcurrieron los años; envejeció con esa fidelidad a la república muerta. Eso lo cubrió con el ridículo que acompaña naturalmente a esa clase de chiquilladas.