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A mano. Literalmente a mano. Así surgió el logotipo de la Olimpiada de México 1968, que hasta ahora, despues de cincuenta años, resulta un ícono del diseño contemporáneo por su fuerza y originalidad visual. Realizado sin programa de computación alguno, no existían. En su diseño, un equipo apasionado y desafiante, liderado por el Arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, volcó imaginación y una visión certera en una historia en la que participaron no una, sino decenas de manos, protagonistas diversos, disciplinas plurales, en un clima de entusiasmo, aventura constante, a veces confrontación de egos, pero prevaleciendo siempre un espíritu creativo. Uno de los protagonistas relata hoy esa historia, José Luis Ortiz Téllez, como artista creador involucrado en todas las fases de desarrollo de la campaña visual de la Olimpiada, fue testigo de las luces y sombras de su creación. Si bien era joven, recuerda con fidelidad lo que observaba desde su trinchera de la mesa de trabajo. Así quedan al descubierto entretelones polémicos y anécdotas de un evento que, resumido en un logotipo, marco a México con signos de grandeza y de dolor.