Felipa, que así se llamaba la cocinera, puso en el suelo un anafre, lo encendió y acomodó en él una olla tamalera poblana y después de ponerle agua, una moneda y la parrilla, fue metiendo los tamales y acomodándolos para que se cocieran. Todos nosotros nos sentamos a esperar que estuvieran listos y, para entretenernos, cada uno contó un cuento.
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