
La cortina (eBook, ePUB)
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Obra descamisada, sin más pretensiones que airear una crítica contenida contra este mundo de aceras mojadas y leña verde, cuyos terrícolas se esconden detrás de la cortina para disimular sus desvergüenzas y egocentrismo.En medio de esos avatares, cuatro ancianitos cuentan sus recuerdos felices e infelices, sus avenencias enfrentadas y sus desavenencias intentadas.Entre los quince y los cuarenta, todo es alegría, sonrisas y calidez; la vida es amor rebozado con miel.Más allá de los cincuenta, los cuatro saborean algún que otro terrón de azúcar, pero ya han perdido todos sus derechos...
Obra descamisada, sin más pretensiones que airear una crítica contenida contra este mundo de aceras mojadas y leña verde, cuyos terrícolas se esconden detrás de la cortina para disimular sus desvergüenzas y egocentrismo.
En medio de esos avatares, cuatro ancianitos cuentan sus recuerdos felices e infelices, sus avenencias enfrentadas y sus desavenencias intentadas.
Entre los quince y los cuarenta, todo es alegría, sonrisas y calidez; la vida es amor rebozado con miel.
Más allá de los cincuenta, los cuatro saborean algún que otro terrón de azúcar, pero ya han perdido todos sus derechos, de forma que buscan y rebuscan, pero nada, solo encuentran obligaciones y reproches, por eso empiezan a mirar y recordar las turgencias del pasado.
Llegados los noventa, esos cuatro entran en desgana, agotan su vida y calamidades esperando un poco de agua, algo de luz, alguna razón que les permita entender de qué delitos les acusa la sociedad para que los ignore y desprecie de forma despiadada.
En sus últimos meses, los cuatro ancianos con la piel rasgada y sangrando por sus heridas, sin mascarilla ni escafandra que les ampare en la inhalación de tanto aire contaminado, sucumben ante los credos de la marea humana, de forma que Don Reconoce pierde, Don Silencio gana y La Cortina salvadora vuelve a esconder sus miserias y sus quejas, como siempre ha sido, para que el mundo pueda seguir creyendo que su dignidad sigue entera.
El autor
En medio de esos avatares, cuatro ancianitos cuentan sus recuerdos felices e infelices, sus avenencias enfrentadas y sus desavenencias intentadas.
Entre los quince y los cuarenta, todo es alegría, sonrisas y calidez; la vida es amor rebozado con miel.
Más allá de los cincuenta, los cuatro saborean algún que otro terrón de azúcar, pero ya han perdido todos sus derechos, de forma que buscan y rebuscan, pero nada, solo encuentran obligaciones y reproches, por eso empiezan a mirar y recordar las turgencias del pasado.
Llegados los noventa, esos cuatro entran en desgana, agotan su vida y calamidades esperando un poco de agua, algo de luz, alguna razón que les permita entender de qué delitos les acusa la sociedad para que los ignore y desprecie de forma despiadada.
En sus últimos meses, los cuatro ancianos con la piel rasgada y sangrando por sus heridas, sin mascarilla ni escafandra que les ampare en la inhalación de tanto aire contaminado, sucumben ante los credos de la marea humana, de forma que Don Reconoce pierde, Don Silencio gana y La Cortina salvadora vuelve a esconder sus miserias y sus quejas, como siempre ha sido, para que el mundo pueda seguir creyendo que su dignidad sigue entera.
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