
Ventanas
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Diez miradas poéticas que resumen todo cuanto concierne al ser humano y que se estructuran como un desolador paseo por el amor y la muerteUn antiguo proverbio latino decía: 'Soy hombre: nada de lo humano me resulta ajeno'. Imposible citar un pensamiento más apropiado para referirnos a la poesía de Montse Cano, una voz consolidada en el panorama de la lírica actual y que ha conseguido compendiar en Ventanas, mediante unas 'porfías sucesivas con la nada', la totalidad de los quebrantos existenciales. El libro es un edificio con diez ventanas, a través de las cuales nos asomamos al mundo. ...
Diez miradas poéticas que resumen todo cuanto concierne al ser humano y que se estructuran como un desolador paseo por el amor y la muerteUn antiguo proverbio latino decía: 'Soy hombre: nada de lo humano me resulta ajeno'. Imposible citar un pensamiento más apropiado para referirnos a la poesía de Montse Cano, una voz consolidada en el panorama de la lírica actual y que ha conseguido compendiar en Ventanas, mediante unas 'porfías sucesivas con la nada', la totalidad de los quebrantos existenciales. El libro es un edificio con diez ventanas, a través de las cuales nos asomamos al mundo. Diez miradas que resumen todo cuanto concierne al ser humano y que se estructuran como un desolador paseo por el amor y la muerte. Con un estilo absolutamente personal y un ritmo delicioso, las palabras se encadenan en un torrente de imágenes que conmoverán el corazón del lector más exigente. Poesía necesaria con la que Montse Cano intenta descodificar 'lo indecible, / la lágrima en la lluvia'. I Mírame, Ulises. Mírame y encontrarás ùotra vezù la confusión y el miedo. Mírame y me hallarás mirando cómo en otras ventanas transcurre la existencia: Una mujer plancha la ropa, juegan dos niños, un vendedor callejero grita frutas baratas, traen aroma de verano las sábanas tendidas y una campana extraviada bordea el tiempo y desnuda la nostalgia. Es tan grande la gloria de intentar aprehender la textura de ese instante de abundancia y coraje como inmenso el dolor de ver apenas y apenas ser mirado. Huella, recuerdo, nada. ¿Qué dios cruel sembró la tristeza en el surco más profundo del ser? ¿Qué demonio nos muestra la alegría y nos niega después el gozo perdurable? Te miro, Ulises, y solo veo el viaje. Y en alguna estación, de tanto en tanto, el esplendor de un minuto de amor o de emoción ante el rostro verdadero de la vida. La vida, que si tuviese rostro ùy entonces sí nos salvaríamosù, tendría la faz de la Belleza.