Quitolis
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Nacido en (1865) la almeriense calle Regocijos, José Jesús García Gómez alternó la política, el periodismo y la literatura con su profesión básica, la abogacía. Su estancia en Granada, donde cursó Derecho, lo aproximó al krausismo y al republicanismo; allí descubrió los nocivos caciquismo y clericalismo, propugnando el laicismo tanto en la enseñanza pública como en la sociedad civil. Fue militante republicano radical, descreído y anticlerical. Casó con Manuela Bervel Díez y enviudó con solo 32 años. Al siguiente, contrajo nuevas nupcias con su cuñada Ángeles residiendo un...
Nacido en (1865) la almeriense calle Regocijos, José Jesús García Gómez alternó la política, el periodismo y la literatura con su profesión básica, la abogacía. Su estancia en Granada, donde cursó Derecho, lo aproximó al krausismo y al republicanismo; allí descubrió los nocivos caciquismo y clericalismo, propugnando el laicismo tanto en la enseñanza pública como en la sociedad civil. Fue militante republicano radical, descreído y anticlerical. Casó con Manuela Bervel Díez y enviudó con solo 32 años. Al siguiente, contrajo nuevas nupcias con su cuñada Ángeles residiendo unos años en Cuevas del Almanzora y vinculándose como abogado a distintas sociedades mineras. Allí trabó amistad con destacadas personalidades de la comarca y fue incansable impulsor de la vida cultural. Participó en la Tertulia del 'Café Gallego', compartiendo creación y opinión con 'Los inconformistas' Jiménez Aquino, Durbán Orozco, Francisco Aquino y, ocasionalmente, Villaespesa, Carmen de Burgos y algunos ilustres foráneos. Entre otros medios escritos fundó y dirigió El Radical firmándose 'Rigoletto' y 'Perico el de los palotes', seudónimo también utilizado por Carmen de Burgos. En política, fue diputado republicano (1905-7) y en dos legislaturas concejal de la Capital. Como escritor destacó con Quitolis, novela cuyo éxito propició su edición por la acreditada Casa Editorial catalana Domenech en 1915, con epílogo de Juan Valera. Narra la historia de un cura humilde, franco y antitético al clérigo soberbio, egoísta e hipócrita de las novelas decimonónicas. A Quitolis siguió Tomás I, La aparcera ?publicada en Los contemporáneos? y el libro de cuentos Broza (1908). El Radical opina: 'Su Quitolis es la novela de un sentimental exquisito; Broza, el estadillo de un alma de poeta; sus artículos políticos, la sabia y sincera apertura de sus venas'. Murió el 10 de marzo de 1916, cuando se presentaba nuevamente a Cortes. Su entierro congregó a cerca de 10.000 personas y según La Crónica Meridional fue 'Sepultado en la tierra, como él quería, bajo la sombra de un árbol amigo y adonde el sol bajase diariamente a visitarlo'.
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