Los poetas no suelen hablar del tiempo
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El libro que tienes en las manos, querido lector, lleva ?ruido? de muchas aguas. Será como un río caudaloso desembocando en tus orillas. Un caudal ensanchado y henchido después de absorber el agua torrentosa de afluentes que bajan de las cumbres de las montañas. Agua pura del deshielo. Relente licuado ?por las lecturas de su Autor?, y solidificado cuando ese Lector se ha transformado en Escritor, al tañer las reflexiones, impresiones y emociones de lo leído.? [Tomado del Prólogo de Federico Fernández de Buján] ?Se tiene ya por lugar común que la ciencia es un lenguaje bien hecho. Y e...
El libro que tienes en las manos, querido lector, lleva ?ruido? de muchas aguas. Será como un río caudaloso desembocando en tus orillas. Un caudal ensanchado y henchido después de absorber el agua torrentosa de afluentes que bajan de las cumbres de las montañas. Agua pura del deshielo. Relente licuado ?por las lecturas de su Autor?, y solidificado cuando ese Lector se ha transformado en Escritor, al tañer las reflexiones, impresiones y emociones de lo leído.? [Tomado del Prólogo de Federico Fernández de Buján] ?Se tiene ya por lugar común que la ciencia es un lenguaje bien hecho. Y en el ámbito del Derecho el acertado uso del lenguaje cobra especial importancia. Por su parte, el jurista italiano Carnelutti dejó escrito: `Nuestras herramientas no son más que palabras. Todos empleamos palabras para trabajar, más para nosotros los juristas son la materia prima precisamente. Las leyes están hechas con palabras, como las casas con ladrillos. Nosotros somos ingenieros de las palabras¿ [?]. Interesa, en efecto, saber utilizar bien las palabras ladrillo a fin de que la torre construida con ellas no sea la confusa torre de Babel.? [Tomado del artículo del Autor: Possessio: Res, factum, ius, en Scritti per Alessandro Corbino. Tricase (Italia) 2016, pp. 473-502]] A través de las páginas de la presente obra se despliega el acertado uso de las palabras justas y precisas, se nos muestran múltiples ejemplos del lenguaje poético, conciso y claro, depurado; como debiera ser el lenguaje jurídico: preciso y terso, sin arrugas o ambigüedades, inequívoco. Francisco Eugenio Díaz proviene de una sencilla familia de labradores. Su padre y su madre, con sus modos de trabajar, de vivir, y de hacerse querer, fueron sus principales educadores, además de don Marcos, su primer maestro. Estudia en el Instituto ?El Brocense? (Cáceres). Cursa la Licenciatura de Derecho en la Universidad de Salamanca. Obtiene el título de Doctor en la Universidad Complutense, de Madrid. En ésta inicia su carrera académica de profesor de Derecho romano, bajo la dirección de D. Francisco Hernández-Tejero, hombre bueno y generoso, su Maestro. Es becario del Instituto Jurídico Español, del CSIC, en Roma; y, mucho después, disfruta de su año sabático de estudios, en Milán. Participa en numerosos congresos internacionales -en diversas ciudades de Europa y de Iberoamérica- presentando sus correspondientes ponencias referidas a cuestiones de Derecho romano, de Educación universitaria y de Derecho informático, especialidad esta última de la que ha sido un pionero. Desde los momentos fundacionales de la UNED pertenece a su Claustro de profesores. Siempre cuenta con la ayuda del primer Rector D. Manuel J. García Garrido. En la actualidad, es Profesor Emérito. Admirado y querido por todos los Profesores del Departamento. Mantiene una especial relación, de empatía en afectos y sintonía en pensamientos, con el Profesor Federico Fernández de Buján, prologuista de esta obra. De Francisco Eugenio ha publicado esta editorial dos libros: ?Breve historia de Roma? y ?Estudios de Derecho y Formación de Juristas?. El tercero es, por eso, ?Los poetas no suelen hablar del tiempo.
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