Escritos varios, 2
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Felizmente para nosotros, San Agustín fue invitado siempre a hablar y a escribir, y desde entonces no ha cesado de ser 'el oráculo de la cristiandad'. Su personalidad rica y profunda lo reúne todo, de manera que casi nadie o muy pocos se le pueden comparar (Pío XI). En este volumen XL se puede descubrir y comprobar la exuberancia de esa inteligencia iluminada, porque desde el principio se abre con la obra Ochenta y tres cuestiones diversas, que son los guiones que desde los primeros arios desarrolló multitud de veces en su larga vida y no pocos de ellos dieron origen a algunos de sus libr...
Felizmente para nosotros, San Agustín fue invitado siempre a hablar y a escribir, y desde entonces no ha cesado de ser 'el oráculo de la cristiandad'. Su personalidad rica y profunda lo reúne todo, de manera que casi nadie o muy pocos se le pueden comparar (Pío XI). En este volumen XL se puede descubrir y comprobar la exuberancia de esa inteligencia iluminada, porque desde el principio se abre con la obra Ochenta y tres cuestiones diversas, que son los guiones que desde los primeros arios desarrolló multitud de veces en su larga vida y no pocos de ellos dieron origen a algunos de sus libros; en el centro, como alma que todo lo anima, la savia aún viva de La Regla monástica de San Agustín, aceptada y seguida aún en sus Fundaciones; y se cierra con la gran obra de Las Retractaciones, donde, al final de su vida, San Agustín hace un repaso riguroso de los 232 libros que escribió. Tres grandes obras que articulan todo el volumen con preguntas que interesan al hombre de todos los tiempos sobre el conocimiento de sí, de la existencia, de la verdad y del amor, de la libertad y el mal, de la felicidad, la justicia y la paz; sobre la curiosa cuestión de la adivinanza, la entrañable y humana relación con los difuntos, la bondad y necesidad de los alimentos y su moderación; sobre el porqué de la caída del Imperio Romano, que va a ser la ocasión de la obra cumbre de La Ciudad de Dios. Un volumen que contiene hallazgos sorprendentes. Y no es de extrañar que una personalidad tan rica encontrase, ya en sus días, entusiastas admiradores que lo aclamaron con los títulos de 'óptimo maestro', 'padre común' y 'artífice de la cultura', en cuyos escritos todos 'lo encuentran siempre vivo' (San Posidio).
